viernes, 7 de septiembre de 2012

Tengo a Rulfo en los ojos.



Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.

 El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja"
–¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
–Comala, señor.
–¿Y por qué se ve esto tan triste?
–Son los tiempos señor.

Parte I

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