miércoles, 14 de septiembre de 2011

Nunca había pasado cosa parecida, Elisa despertó con la boca seca, observo su reloj, las 3:45, madrugada, no sabía porque se despertó tan de pronto tuvo esa sensación, una terrible sed.

Elisa caminó al baño, tras observa su cabello y las ojeras que crecían desde los párpados inferiores y mientras bajaban se pronunciaban con una tonalidad más y más oscura, solo se limito a tocar la zona ojerosa, abrió la llave y con la mano tomo un sorbo de agua, se lanzó un poco a la cara, tenía esa sensación de estar encerrada en un pozo oscuro y profundo, como un sueño extraño del que deseaba que el agua le ayudara a despertar.

Pronto regresó a la cama para intentar recobrar el sueño... así fue por 15 cortos minutos, hasta que el peso del aire en la oscuridad de la habitación fue tanto que comenzó a tener dolores en el pecho, la respiración le era difícil, aquello chocaba contra su pecho, no podía más, tuvo que levantarse y salir de la pieza, intentando recobrar el ritmo de su respiración normal, sin embargo no logro nada, siguió teniendo aquella presión de la oscuridad de las 4:05 de la madrugada, aquel lugar no era bueno para Elisa, sentía que nunca tuvo porque pisar aquella casa, aquel estado, no debía de estar.

Caminó agitada al patio, donde permaneció hasta que los primeros rayos del sol salieron.
Varios cigarrillos después regresó al interior de la casa, observo aquella foto que tenía encuadrada en el descanso de la escalera, el paisaje en blanco y negro donde el sol se asomaba sobre los arboles entrelazados le traía recuerdos de un viaje que nunca debió terminar.

Elisa descolgó la fotografía y la subió a su recamara, la colgó en lugar de la imagen religiosa que le había dado la abuela.

Sobre la cabecera se encuentra aquella fotografía, es el único lugar donde se encuentra la luz, esa que no llega nunca a la habitación.

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