domingo, 13 de junio de 2010

Roberto Bolaño

AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS


Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca

hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo,

se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:

yo creo que era el aire frío de los muertos.

No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena

acabar tan pronto, pero por otra parte

escuché aquella llamada misteriosa y convincente.

O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché

y casi me eché a llorar: un sonido terrible,

nacido en el aire y en el mar.

Un escudo y una espada. Entonces,

pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla

junto a la mejilla de la muerte.

Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver

aquel espectáculo extraño, lento y extraño,

aunque empotrado en una realidad velocísima:

miles de muchachos como yo, lampiños

o barbudos, pero latinoamericanos todos,

juntando sus mejillas con la muerte.

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